CASTILLITOS
DE ARENA…
“La vida es aquello que
te va sucediendo mientras te empeñas en hacer otros planes”
John Lennon
Cecilia
se había enamorado, decidida a todo comienza una nueva relación amorosa,
definitivamente este era el hombre de su vida,
el príncipe azul tan ansiado y esperado…
Fue
amor a primera vista, los planes no tardaron en llegar, al conocer a Elías supo
que con él se casaría, tendría hijos, formaría una familia y demás. Es oportuno aclarar que en
otras ocasiones, Cecilia también se había enamorado profundamente, estuvo a
punto de casarse y también quería tener hijos… Decía al respecto: “deseos que no logre concretar por esas
cosas del destino…”
Cecilia
estaba plenamente convencida de que Elías era el hombre de su vida. Así fue como esta certeza, la llevo a desear
que él le propusiera una relación formal al poco tiempo de conocerse, cosa que
no sucedió y la molesto mucho.
Por
su parte Elias prefería ir más despacio, era lógico, se acababan de conocer, se
sentía atraído por ella, le parecía una linda chica, dulce amigable, pero un
poco “apresurada”.
Las
semanas pasaron y sin darse cuenta, al mes, Cecilia se había ganado el título
de novia oficial. Mensajes de textos, llamados telefónicos a diario, efusivas
expresiones de amor, amor, amor y más amor…
“Nos
veíamos todos los días, y cuando no estábamos juntos, nos escribíamos mensajes
de textos o compartíamos charlas telefónicas, me di cuenta que ella tenía la
necesidad de estar comunicada conmigo todo el tiempo, quería saber qué hacía, a
donde iba y sí salía o hacia planes que no la involucraban, quería saber con
quién, cuando y donde, siempre me remarcaba
que me amaba que yo era todo para ella y se enojaba mucho cuando yo no le
expresaba lo mismo… al poco tiempo empecé a sentirme incomodo con la relación,
había dejado de ver a mis amigos, ir al gimnasio, salidas, etc. Sentía que todos
los espacios los había ocupado Ceci, que no había lugar para mí, escenas
de celos por cualquier cosa, peleas y
reproches todo el tiempo, definitivamente yo no estaba convencido de seguir
adelante con esta relación, pero había algo en ella que me atraía, me gustaba,
seguimos unos meses más, pero mi desinterés
era evidente. Cecilia no sabía qué hacer para que yo me sintiera atraído por
ella… a los pocos meses nuestra relación era insostenible, había tomado la
decisión de terminar con la relación, solo tenía que buscar el momento para
decírselo, no sabía cómo iba a reaccionar, de lo único que estaba seguro, en
ese momento, es que no la amaba o por lo menos no como ella esperaba que lo
hiciera, sentía que su forma obsesiva y absorbente de mostrar amor me estaba
haciendo daño y no quería seguir adelante. Recuerdo que una tarde la invite a
tomar algo, la idea era hablar con ella de lo que me estaba pasando y ponerle
fin a la relación, pero un detalle cambio todos mis planes…
Hoy
hace un par de años vivimos juntos y cuando nació Mateo nos casamos, intente formar una familia y acá estoy,
tratando de seguir adelante, sé que quiero a mi hijo y elijo estar con él todos
los días, el resto es incertidumbre…
no sé qué decir, pienso que las cosas a veces no se dan como uno las espera o
como uno las desea…”
Leía
un libro en donde el autor hablaba de la responsabilidad
y la culpa, decía algo así como: “…de lo
único que se es culpable es: de un acto delictivo o de un pecado, del resto
solo somos responsables…”
Con
esta idea en mente y con la historia de Cecilia y Elías de fondo, me sucedieron
dos cosas: por un lado asomaron sentimientos teñidos de prejuicios y esto me
llevo a considerar a Elías como víctima de este vínculo con Cecilia. Por otro
lado, esta idea de responsabilidad me obliga a preguntarme ¿cuál es el lugar
que ocupa Elías en esta desdicha? ¿Cuál es su parte de responsabilidad y
compromiso en aquello que le sucede?
Al
igual que un efecto dominó, la vida le da a los mortales el don de la responsabilidad, de este modo el ser
humano se convierte en actor y productor de sus actos. Cuando entramos en la
lógica de la responsabilidad descubrimos
la necesidad de responder, es decir, hacernos cargo de las decisiones y/o acciones que
ejecutamos y es así como esta imagen de víctimas y victimarios se desploma,
pierde sentido.
“Hacernos cargo de nuestras decisiones” lleva a pensar en los Elías que encarnan aquellos
seres comunes y corrientes que inician relaciones amorosas motivadas por el deseo, el interés. Hombres
que se sienten atraídos por estas mujeres, atractivas, amigables, inofensivas, cariñosas,
bellas, interesantes, mujeres encantadoras pero que detrás de esto aparente disimulan, guardan
otros intereses; pensaba en los Elías que se quedan a mitad de camino, que se
dejan llevar por el egoísmo del otro, de
ese otro que especula en llevar adelante sus objetivos, subsanar sus faltas, satisfacer
sus necesidades sin tener presente el deseo y el interés de quienes lo acompañan;
pensaba en los Elías que se rinde fácilmente, se entregan a este tipo de
vínculos producto de la cobardía, el miedo, el individualismo, el sentimiento
de inseguridad, la mentira, y por sobre todo la manipulación.
Pero
como dice el dicho popular “nunca falta
un gato para lamer el plato” o mejor dicho “Nunca falta un roto para un descocido” allí están las Cecilias, ellas representan a
las mujeres pobres de espíritu, mujeres que demandan
sentirse amadas, valoradas, estimadas, apreciadas, mujeres que se consuman en
la mirada y la aprobación del otro, mujeres que lo entregan todo sin reservas y
esperan ser reconocidas por esto, aun cuando nadie les ha pedido tal
sacrificio. Mujeres que buscan afanosamente que todas las piezas encajen en su
plan, que sus deseos sean órdenes, esto es, que sean saciados cueste lo que
cueste. Dispuestas a pagar cualquier precio, lo arriesgan todo con el objeto de
sentirse queridas, elegidas, mujeres que responsabilizan y cargan al otro con
el pesos de sus desdichas, de aquello que les “falta”. Mujeres y hombres que
unen sus vidas, que desean lo que el otro no puede dar, juegan a la casita, construyen
castillos de arena, viven en la incertidumbre, este juego los distrae mientras
la vida sucede…